LA BOTELLA

(Traduction en FRANÇAIS sur LA BOUTEILLE)
Publicado en Apenas unos minutos;
Madrid, Ed. Clara Obligado, 2007.


     El aroma de las verduras salteadas en el wok se evapora desde el fuego hasta una calle cualquiera del barrio chino. Sentada sobre sus talones, con un kimono fucsia, una prostituta prepara el plato que dará a comer sobre su vientre al hombre que citó a mediodía. Colocará el guiso, ya tibio, en hilera; desde el valle que surge entre sus pechos hasta su afeitado pubis, y él irá lamiendo con melancolía cada brote de soja y cada pedazo de bambú en busca de un único sabor a carne abierta.

     Desde la penumbra de la entrada, una niña la observa. Persigue con sus ojos negros cada uno de los movimientos delicados de los palillos contra el metal. Se abstrae y vuela a otros mundos donde hay cerezos de formas extrañas que la abrazan y después la entierran con un beso en los párpados. Regresa a la habitación, pierde el interés por el ritual de su madre y se concentra en el trasiego del exterior. Su pequeño hombro reposa contra la madera cálida del quicio. Coloca su pie derecho sobre la sandalia izquierda y el dolor le recuerda la noche en que, a escondidas, desenvolvió sus pies y sus deditos deformes ya no eran hermosos.

      Los transeúntes recorren las aceras como si anduvieran ajenos a su presente. Con una cartera en una mano y la mirada perdida, un joven da un puntapié a una botella. La niña escucha el sonido del cristal y vuelve su cara de arroz hacia el sur. Se posa sobre una mujer que camina contra el flujo de aquel río humano. Es una anciana encorvada que, con los ojos entornados, se detiene ante la botella. La botella vacía.

     Cuando levanta la vista, encuentra la mirada fija de la pequeña. Le lanza una sonrisa y ella se ruboriza. Entonces, ambas miran hacia el suelo: la botella vacía que rueda. Dentro de ese universo de vidrio, la niña ve revolotear una mariposa, mientras que la vieja cree vislumbrar un dragón. Allí dentro, la mariposa tiene miedo del dragón y sale volando muy rápido, perdiéndose entre la muchedumbre. La botella vacía rueda hasta una alcantarilla.

     En el interior de la casa, el wok acoge el guiso del amor y sus vapores ya casi se han disipado. La niña huele los últimos vestigios, y sueña que un día seguirá a esa mariposa lejos, muy lejos, allá donde quiera llevarla. La botella vacía rueda hasta una alcantarilla en el Soho.

     El cliente impone su presencia desde el umbral rojo y malva. En los tatamis rígidos, el mediodía se cuece con saque y palillos de ébano. La botella vacía rueda hasta una alcantarilla en el Soho y se cuela por una rendija.

     Para que el hombre lleno de deseo se hunda en el fondo de su casa, la niña se aparta. La mujer levanta el rostro. La pequeña fija su mirada en aquella calle y, muy lentamente, saca de un bolsillo dos trocitos de algodón. Los coloca en sus oídos. La botella vacía rueda hasta una alcantarilla en el Soho, se cuela por una rendija y cae al vacío.
  



LA BOTELLA, por Mª Pilar Álvarez Novalvos
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