POLITESSE
"¡Señora, tened valor!", escuchó a sus espaldas. Reluciente, la guillotina se erguía ante la reina. La cogieron por los brazos y la empujaron hacia la máquina. El viento le ceñía la camisola, y su cabello, cortado por ella misma, yacía envuelto en muselina blanca. Cuando su verdugo iba a acostarla boca abajo, María Antonieta lo pisó y pálida le dijo: "Disculpe, señor, no lo hice a propósito".
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