EL MALO
"Ningún hombre conoce lo malo que es
hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno".
Clive Staples Lewis.
Podría haber seguido el impulso de levantarse cuando se activó el despertador, o el de llamar a la criada para que le sirviera el desayuno en la cama, o el de apretar el botón que ofreciera a la vista doce metros de paisaje y permitiese entrar en el dormitorio el mundo sin nubes que se divisaba desde el acantilado. Podría haber salido rumbo a la oficina vestido con un traje gris metal; incluso, sin moverse, podría haber pedido a su secretaria que ordenara el asesinato del señor Z.
Podría haber iniciado cualquiera de estas acciones y, sin embargo, salió a la terraza y se volatilizó.
Pero como la materia en estado gaseoso no soporta ciertas temperaturas, y el cuerpo ya no guardaba el calor del sueño, sus partículas descendieron a ras de tierra y se depositaron sobre un perro madrugador, sin raza pero con chip, que con total inconsciencia las condujo entre su pelo hasta la casa donde vivía.
Difícil tarea la de mantenerse en un estado que no es el original. Las corrientes matutinas atentaban contra su materia burbujeante que comenzaba a tomar forma de pulga. Mas, cuando al entrar al apartamento el can lamió la mano de su amo, que dormía con la boca abierta en un sofá con orejeras, el hombre recobró la solidez. Y nunca más fue malo ni pulga.
Con una sensación indescriptible ante aquel silencio con anciano, se aproximó en zapatillas y bata al rincón predilecto de su marido, le quitó las gafas, las puso sobre la mesa camilla y lo despertó con un beso en la frente.
Con una sensación indescriptible ante aquel silencio con anciano, se aproximó en zapatillas y bata al rincón predilecto de su marido, le quitó las gafas, las puso sobre la mesa camilla y lo despertó con un beso en la frente.
"LA CASA DEL MALO" en la película CON LA MUERTE EN LOS TALONES, de ALFRED HITCHCOCK. |
EL MALO, por María del Pilar Álvarez Novalvos.
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