AGUA
Hoy bajarás a la calle y, cuando salgas del portal, mirarás a ambos lados buscando unos ojos caritativos.
Antes de dar el primer paso, te detendrás un segundo, suspirarás profundamente. A continuación, iniciarás el camino hacia la piscina. Es el único lugar donde sabes que puedes renacer.
Durante los primeros metros, abrocharás mecánicamente tu abrigo y te anudarás la bufanda para que por la noche no te duela la garganta, además de la muerte de tu esposo.
Cruzarás el paso de peatones que se encuentra frente al quiosco y te quedarás unos instantes mirando los coches. Entonces te asaltará una imagen que te recorrerá sin piedad y te registrará todos los bolsillos: solo tú quedaste viva. Envolverás esta visión en una luz dorada y la enviarás al cielo, para que se sienta allí tan a gusto que no quiera bajar nunca. Para que a ti te olvide para siempre.
Te detendrás tras subir a la acera y volverás a llenar tus pulmones con rabia. Te cruzarás con Andrea, que estará paseando su perro, y le regalarás unas buenas tardes envueltas en una sonrisa caótica. Acelerarás el paso y te preguntarás cómo se puede soportar una carga imposible. Mirarás tu reloj. Solo faltarán treinta minutos para que cierren pero conseguirás ocultarte.
Al apagarse las luces te acercarás al borde. Inclinarás la cabeza. Me mirarás. Y te ofrecerás a mí.
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