DECÁLOGO DEL ESCRITOR. Augusto Monterroso



    Augusto Monterroso (1921-2003), hondureño de nacimiento, guatemalteco de adopción y mexicano por motivos políticos, recibió en 2000 el Premio Príncipe de Asturias de la Letras. Novelista, escritor de ensayos y, sobre todo, referente mundial de la mini-ficción,  él mismo dijo de su microrrelato El Dinosaurio que "sus interpretaciones eran tan infinitas como el universo mismo":


       Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.


      Bajo el pseudónimo Eduardo Torres, ideó este decálogo del escritor que en realidad contiene doce consejos para que cada "quien escoja los diez que más le acomoden, y pueda rechazar dos, al gusto."

      "Don Tito" reflexionaba así:


I

Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.



II

No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.


III


En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito".


IV


Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.


V


Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.


VI


Aprovecha todas las desventajas como el insomnio, la prisión o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita, pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.



VII



No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.


VIII


Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emanan de estas dos únicas fuentes.


IX


Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.


X


Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.


XI


No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.


XII


Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.



  Y tú ¿con cuáles te quedas?


DECÁLOGOS, 1. Augusto Monterroso, por Mª Pilar Álvarez Novalvos.
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