DELICATESSEN. Nuria Sierra
—¿No serán venenosas?, me preguntó.
—No, las conozco bien. Llevo una década pateándome estos bosques y esas que se esconden en las agujas de los pinos son las más sabrosas.
—¿Tú crees? –volvió a preguntarme cogiéndola con dos dedos y acercándosela a la nariz– Huele a menta y azafrán.
—Eso es por el polvo que las recubre, le da un sabor peculiar a los guisos.
Pareció convencerse y de cuclillas fue metiendo una a una en la cesta.
—¡Cierra la tapa!, grité, son traicioneras y en cuanto te descuidas, vuelan.
—¿Y cómo decías que se cocinan?
—Hay muchas formas, pero es mejor arrancarles primero las alas o te amargan el caldo. Yo las prefiero asadas en brocheta, crujientes hasta los huesecillos. Aunque si es un año bueno y salen tiernas, me gusta prepararlas según la receta de mi madre, puchero de hadas.
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